"Haya"

 

Penélope y el Haya

En un pequeño lugar del sur de América, vivía una pequeña niña llamada Penélope a quien le encantaba
jugar con los animales y la naturaleza.

Su linda casa estaba ubicada en las montañas y todo a su
alrededor era un paraíso lleno de verdes bosques, árboles frondosos, flores silvestres y riachuelos
cristalinos.

Un día, su madre decidió que era tiempo de regresar a la gran ciudad, pues su padre la necesitaba.
Penélope nunca había viajado a la gran ciudad y no tenía idea de lo que eso significaba.

Pronto pasaron los días y se fue acercando la hora del viaje, así que Penélope decidió meter en una caja
algunos de sus tesoros más preciados. Puso hojitas de cada amigo árbol, rocas de diferentes colores, un
frasquito con la lluvia, un sobrecito lleno de semillitas, plumitas de algunos de sus amiguitos del bosque,
florecitas de todas los tamaños, colores y fragancias, una nubecita que asintió a acompañarla en su
nueva aventura y el susurro de la cascada que preocupado al ver a Penélope tan triste, buscó la manera
de entrar a la ya ocupada caja.

Pronto todos estaban en camino a la nueva vida. Sus tres hermanos trataron de animar a Penélope
contándole lo maravilloso que sería la vida en la ciudad. Ella, con sus solo 4 añitos, solo pensaba en lo
diferente que todo se veía al bajar de la montaña. Ya el aire era más cálido, los arboles más pequeños,
todo parecía de otro mundo. Después de varias horas de exhaustivo viaje, finalmente llegaron a su
nuevo hogar .Ya era de noche y habían muchas luces en todas partes, pero no se podía ver las estrellas,
esto le pareció algo extraño pero en ese momento solo quiso ir a dormir.

Al otro día, vio con asombro el mundo en el que viviría. Todo era de otro color, no había casi plantas y las que encontró estaban extrañamente viviendo en vasijas de colores. Además, había ruido y olía diferente. Pasaron los días, las semanas y los meses y pronto Penélope se acostumbró a su nueva rutina, y aunque se sentía triste añorando su lugar de origen, ocupaba su tiempo ayudando a su familia con las labores del hogar, estudios y se fue olvidando de su pasado y de sus amigos.

Además, ya no era la misma persona, se enojaba por todo, todo la molestaba y abrumaba. Dejó su dulzura en un rincón y se fue
convirtiendo tan hostil como su nuevo hogar.
Un domingo en la noche, cuando ya casi se entregaba al mundo de los sueños, escuchó un pequeño golpeteo proveniente de su armario. Pronto se apresuró a abrirlo y encontró para su sorpresa, la pequeña caja que había traído de las montañas años atrás. Rápidamente la abrió y escucho el murmullo
del agua decirle:
“ ¿Que ha pasado? porque hemos estado en la obscuridad por tanto tiempo?”
Penélope confundida replicó:
“¿Quién eres y que haces en mi caja? “
A lo que el murmullo contesto:
“soy el murmullo del agua y quise venir junto con tu reino a cuidarte y acompañarte”
Penélope replicó:
“un momento, ¿Mi reino? ¿Hay alguien más aquí?”
El murmullo de agua le explicó que el ruido la había alejado de todo lo bello que era y que sus amigos la extrañaban y necesitaban. Y al mismo tiempo que iba explicándole, los invitaba a salir de la caja para que ella recordara.

La nube ya no estaba, solo había una diminuta gota de rocío, pero los otros lentamente fueron saliendo asombrados de ver la tenue luz de la habitación. Las florecitas se estiraron
lo más que pudieron, y comenzaron a danzar. Penélope no entendía lo que estaba sucediendo.
Ya fatigada por el trajín del día, se quedó profundamente dormida.

En su sueño, las flores y sus demás amigos de infancia, le explicaron lo que sucedía. La impaciencia, la exigencia y la
intolerancia estaban envenenando su corazón.  Le indicaron que le preguntara a la Haya y al murmullo del agua lo que debería de hacer para volver a su hogar.

En la madrugada, muy temprano, Penélope saltó de la cama y buscó su cajita. Allí seguían todos, esperándola. Entonces preguntó: ¿Quién es el Haya?
Tímidamente la florecita dio un paso y le dijo:
“Penélope, no me recuerdas? Nosotras jugábamos a las escondidillas y nunca nos podían encontrar!
Que te ha pasado, porque no te alegras de verme”?..... y al ver que no era la misma, comenzó a llorar tristemente.

Penélope entonces, la tomó suavemente entre sus manos y la consoló, trató de calmarla pero no lo
lograba. Así que tomo sus hojitas y danzó con ella. En ese instante, algo sucedió.... Regresó el aroma de
las flores, el canto de los pajaritos, todo se iluminó en su corazón. Ella recordaba el juego de las
escondidillas con el Haya, las horas que aguardaban pacientemente contando historias, lo feliz que era
en el bosque y sobre todo recordaba a sus amigos.
Todos danzaron y danzaron por horas y entonces supo que su reino siempre estaría con ella y que en
cualquier lugar del mundo, ella llevaría su hogar dentro de ella.

Luz Piedad C-Gärtner